“Los hombres deben estar en la agenda para parar la violencia contra la mujer”

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SANTO DOMINGO Las más de 100 muertes de mujeres a manos de parejas o exparejas cada año, y más de 65 mil denuncias de abusos, certifican que la violencia de género sigue siendo alarmante en el país y que las acciones por combatirla no han dado los resultados esperados.

Myrna Flores Chang, gerente del programa de Género y Derechos de Profamilia, institución que lleva 50 años en el servicio de salud reproductiva y familiar en el país, reconoce que ha habido fallas en el abordaje de esta problemática que enluta y agrede a la sociedad dominicana. En primer lugar, del Estado, que pese a las advertencias de que se trata de una emergencia nacional, no ha mostrado el interés necesario en aportar los recursos que requiere trabajar una temática tan compleja con la cultura mismas y, en consecuencia, se mantienen grandes rezagos en todas las políticas; en segundo lugar, de enfoque, pues por mucho tiempo se le ha hablado del tema a la mujer, dejando al hombre de lado, si acaso, para después de haber cometido un acto de violencia.

Flores Chang comparte su visión sobre la temática y la necesidad que advierte de entender y trabajar con los hombres para que la violencia pueda reducirse.

—¿En qué consiste exactamente el trabajo de prevención que realiza Profamilia?

Profamilia lleva muchos años trabajando en la prevención de la violencia contra las mujeres, las niñas y toda la población adolescente. Una de nuestras primeras acciones fue trabajar con otras instituciones en la diseminación de la ley 24-97 sobre Violencia Contra la Mujer, una de las más discutidas a nivel nacional.

Trabajamos con talleres a periodistas, para que conocieran el contenido de la Ley. Además, en nuestras clínicas hacemos detección de violencia a las usuarias de 13 años en adelante que llegan a nuestros consultorios (tienen 7 clínicas) y desde el 1999 empezamos a incluir preguntas sobre violencia sexual, física, abuso sexual en la infancia, y sobre los riesgo al que pueden estar expuestas, aunque no referimos a poner denuncias, pues consideramos que las mujeres tienen que pasar por un proceso de empoderamiento antes de entrar en el sistema de justicia que puede ser traumático, sobre todo, porque a veces no te creen, y eso empieza a revictimizarlas.

—¿Qué tantos casos de violencia se detectan en sus pacientes?

Lo que se detecta en Profamilia es una expresión de lo que ocurre en la sociedad, de acuerdo con las encuestas nacionales. De un 30 a un 35 por ciento de las mujeres reporta ser agredida por sus parejas, una cifra impresionante.

—¿Cuál es la tendencia de esas cifras?

Desde el 1999 que empezamos, y desde el 2005 que la Procuraduría lleva las cifras de feminicidios, reconociendo que hay un subregistro, eso varía. No podemos decir si eso ha aumentado porque antes no había estadísticas, aunque sabemos que nuestras abuelas fueron maltratadas. No podemos decir que aumentó o bajó, sería especulación. Habría que dar más tiempo a los registros. Tenemos más de 65 mil registros anuales de violencia en las unidades de atención a las víctimas, unidades especializadas que no están en todo el país. Digamos que podríamos multiplicar eso por 10, debido al subregistro, además de que muchas veces no hay denuncias ni el lugar para ponerlas.

—Se mantienen las cifras. ¿Qué es lo que está fallando?

Yo pienso que la violencia contra la mujer debe ser declarada emergencia nacional y el Estado debe priorizarlo a nivel presupuestario. No basta una declaración cuando ocurre un feminicidio de ¡Qué pena! o ¡qué tragedia!. Eso tiene que estar expresado en los presupuestos públicos. Que haya dinero de los impuestos que nosotros pagamos, no de la cooperación, porque eso es temporal. Esta agenda debe tener fondos para la atención en los servicios de salud, que tiene muy buenos protocolos, pero que no han podido implementarse a cabalidad por falta de recursos.

Además, hay que fortalecer los lazos de cooperación interinstitucional. Hay una cuestión sumamente preocupante y necesaria para que lazo de instituciones y sociedad civil. Es necesario que las comunidades se integren y que las escuelas hagan acciones de prevención de violencia. La gente sabe cuando hay violencia en una relación ¿y qué hace? Calla.

Una maestra en un salón de clases sabe cuándo un niño viene de un hogar violento. ¿Y qué hace?… Hay que trabajar una nueva cultura, hacer campañas, y esa es una cuestión que cuesta dinero.

—¿Cree que es solo un problema de presupuesto o también hay un fallo de enfoque?

Este es un país que tiene algo muy bueno, que las políticas son excelentes en términos de protocolos y legislaciones, no tenemos de qué quejarnos. Hay leyes que hay que mejorar, y tenemos muchos instrumentos que han sido consensuados con la sociedad, pero eso no basta si no hay decisión política de que eso hay que hacerlo. Necesitamos que nuestro presidente se pronuncie y exprese el compromiso de en qué se va a priorizar y dónde se ubicarán los recursos para que la gente pueda hacer su trabajo. Si se comparan los compromisos que ha hecho el gobierno frente a las medidas a tomar, entonces vemos que estamos muy rezagados.

—¿Qué papel juega la figura del hombre en el enfoque que se tiene que dar al tema? ¿Quién debe ser el blanco, el hombre o la mujer?

Ambos. Tenemos que seguir trabajando con las mujeres, las niñas y los niños, pero también tenemos que diseñar estrategias para trabajar con los hombres más allá de un taller sobre nueva masculinidad. El trabajo debe ser mucho más sistemático con los hombres, y no esperar a que llegue a un centro especializado después que cometen el acto violento. Ahí la familia, y especialmente la escuela, juegan un papel fundamental para no exigirles tanto a los hombres. Los adolescentes, con la presión de que ellos tienen que ser los proveedores, el galán, los que aborden a las chicas… no sabemos la tragedia que vive el muchacho, pero la sociedad lo fuerza a que tome la iniciativa, y tenemos que poner límites con eso también. Pero no basta un taller de un día. Creo que los hombres tienen que entrar en la agenda, pues ellos son parte, como victimarios, como víctimas y como personas. En definitiva, hay que trabajar con todas las personas.

—¿Hubo un fallo entonces en enfocarse solo en el empoderamiento de la mujer?

Creo que sí. Creíamos que era el camino, pero el tiempo nos ha demostrado que esa no era la única mirada del problema. Tiene que ser más integral y por eso abogamos por esa ley integral que está en el Congreso y que incluye todo ese trabajo y define implícitamente el trabajo con los hombres. Porque no vamos a parar nunca, pues, de qué vale que yo como mujer esté empoderada si mi pareja no entiende que yo tengo derechos. Hay que trabajar en eso.