Amín Abel Hasbún fue asesinado hace 45 años ante los ojos de su esposa

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SANTO DOMINGO. Mirna Santos revive el terror que sintió una mañana como hoy, hace 45 años, cuando agentes del Servicio Secreto de la Policía Nacional penetraron hasta su casa en busca de su esposo, el dirigente del Movimiento Popular Dominicano, Amín Abel Hasbún. Embarazada, pensó que aquel sería su último día cuando los perpetradores subieron las escaleras de su casa.

La época se caracterizaba por el autoritarismo. “Todos sentimos temor. Era un despliegue de fuerzas terribles y estábamos solos”. Se refiere a ella, el pequeño Ernesto y su esposo, quien momentos después sería asesinado con un tiro de gracia de un revólver calibre 45.

“Eran muchos. Estaba rodeada la manzana completa”, recuerda la viuda, quien define el asesinato de su esposo, que en ese entonces tenía 28 años, como una “gran tragedia humana”, producto de su firme oposición al régimen de Joaquín Balaguer.

Concuerda con la opinión de muchos historiadores de que el detonante para que se decidiera desaparecer físicamente a Abel Hasbún, quien había sido presidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), fue el secuestro del coronel Donald J. Crowley, agregado militar de la Embajada de los Estados Unidos, para exigir la liberación de más de una veintena de presos políticos, entre los que se encontraba Maximiliano Gómez, “El Moreno”, secretario general del Movimiento Popular Dominicano (MPD).

“Ellos entendían que Amín había sido el ideólogo” junto a Otto Morales, manifiesta Santos, durante una visita a la tumba de su pareja al Cementerio Nacional de la Máximo Gómez en compañía de su hijo menor, quien nació tres meses después del asesinato del líder revolucionario y que lleva el mismo nombre que su progenitor. También asistieron diversos dirigentes de los movimientos de izquierda dominicanos.

Narra que se sintieron impotentes e indefensos, pues en su casa no contaban con teléfonos ni armas.

El disparo en la cabeza, aquel jueves 24 de septiembre de 1970, Día de Nuestra Señora de las Mercedes, tomó por sorpresa al joven Amín, sin tiempo para defenderse, y que su afanosa vida de intelectual y revolucionario culminó con una bala en la cabeza que tiñó de sangre las escaleras de su casa, la número 339 de la calle Francisco Henríquez y Carvajal.

Santos lamenta que los autores intelectuales del sangriento asesinato no hayan sido juzgados.