BANGKOK. El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, ha dicho que una vez arrojó a un presunto secuestrador desde un helicóptero en pleno vuelo y amenazó con repetirlo con cualquier funcionario corrupto, informan hoy medios locales.
“Si eres corrupto, te subiré a un helicóptero y te arrojaré mientras volamos a Manila”, dijo Duterte el martes pasado durante una visita a los damnificados por el tifón Nock-Ten, según la versión del diario Philippines Star.
“Lo he hecho antes, ¿por qué no habría de repetirlo”, añadió el mandatario, quien se ha hecho famoso en el panorama internacional por sus comentarios, como cuando llamó idiota al entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, o como cuando reveló que Dios le había hablado y le había ordenado que dejara de maldecir.
La historia del presunto secuestrador arrojado desde un helicóptero sucedió en la época en que Duterte era alcalde de la sureña ciudad de Davao, cargo que desempeñó por mandatos en distintos periodos durante 22 años.
A mediados de diciembre, el político afirmó en un discurso, antes de emprender una visita oficial a Camboya, que había matado personalmente a supuestos delincuentes a finales de los años 80, cuando gobernaba Davao.
Aunque no era la primera vez que Duterte reconocía en público que había matado criminales, la admisión en esta ocasión tuvo un impacto mayor entre la comunidad internacional porque la hizo como jefe de Estado y cuando lidera una campaña contra las drogas que ha causado más de 6.100 muertos.
Uno días después, el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Zeid Ra’ad Al Husein, solicitó a Filipinas que investigue esas muertes admitidas por Duterte.
La reacción del presidente filipino a la petición de Zeid fue llamar “idiota” al alto comisionado.
Duterte ganó las elecciones presidenciales del 9 de mayo pasado con la promesa de limpiar el país de drogas en seis meses y comenzó el mandato único de seis años el 30 de junio.
Pese a las críticas y los más de 6.100 muertos de la campaña contra las drogas, Duterte conserva el apoyo mayoritario de los filipinos, que en las últimas encuestas lo sitúan en el 63 por ciento.