“Las venas abiertas” de Haití

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Por José Parra Báez

Profesor de Derecho Penal y Procesal Penal de la Universidad Autónoma de Santo Domingo

En el fin de año desempolvé uno de los libros de mayor impacto en mi formación, y supongo la de muchas personas que a partir de su lectura han forjado el conocimiento crítico acerca de la explotación del llamado tercer mundo. Se trata de Las venas abiertas de América Latina, escrito por Eduardo Galeano, en 1971. Es una joya que comencé a releer.

En esta lectura me he detenido en observar las valoraciones y construcciones ideológicas y económicas que motivaron la expropiación de una parte de América. Incluso, he palpado con dolor el criterio que tenían sobre nosotros los más afamados pensadores liberales desde la Ilustración hasta el mismo final de la primera época colonial.

Sobre esto Galeano escribió: “No faltaban justificaciones ideológicas. La sangría del NuevoMundo se convertía en un acto de caridad o una razón de fe. Junto con la culpanació todo un sistema de coartadas para las conciencias culpables. Se transformaba a los indios en bestias de carga, porque resistían unpeso mayor que el que soportaba el débil lomo de la llama, y de paso se comprobaba que, en efecto, los indios eran bestias de carga. Un virrey de México consideraba que no había mejor remedio que el trabajo en las minas para curar la “maldad natural” de los indígenas. Juan Ginés de Sepúlveda, el humanista, sostenía que los indios merecían el trato que recibían porque sus pecados e idolatrías constituían una ofensa contra Dios. El conde de Buffon afirmaba que no se registraba en los indios, animales frígidos y débiles, “ninguna actividad el alma”. El abate De Paw inventaba una América donde los indios degenerados alternaban perros que no sabían ladrar, vacas incomestibles y camellos impotentes. La américa de Voltaire, habitadas por indios perezosos y estúpidos, tenía cerdos con el ombligo a la espalda y leones calos y cobardes. Bacón, De Maistre, Montesquieu, Hume y Bodin se negaron a reconocer como semejantes a los “hombres degradados” del Nuevo Mundo. Hegel hablo de la impotencia física y espiritual  de América y dijo que los indígenas habían perecido al soplo de Europa”.

Recoge, además, otras expresiones como aquella del sacerdote Gregorio García que justificaba el castigo sobre la base de que los indios “no están agradecidos por los españoles “por todo el bien que les han hecho”. Así que la colonización combinó en América tres edades históricas distintas: mercantilismo, feudalismo y esclavitud. La explotación minera fue el arranque, luego el azúcar, seguido de constantes expropiaciones, repitiendo el cuadro europeo del pasado.

Entonces eran justificados los asesinatos masivos de poblaciones que se resistían a la explotación y la expropiación. Entonces las cárceles se convirtieron en centros de muertes por inanición. Entonces la piratería se convirtió en un gran negocio patrocinado por Inglaterra y Francia, seguidos de casi toda Europa. En ese contexto nace Haití, teniendo como origen primario el exterminio indígena, el tráfico de negros esclavos y la piratería.

Francia se alzó con el botín y con el saqueo también. Casi diez años fueron suficientes para encarnar ese crimen y dejar en erupción ese volcán que sigue tirando lava a diez millones de haitianos arrastrados por la miseria en las más despiadadas condiciones del continente de las “bestias”.  Pero Francia, ahora se sacude la sangre y el latrocinio también, y como el resto de Europa y del mundo cierran los ojos para no ver  las “venas abiertas” de Haití, cuya culpa descansa en sus sables y en sus actividades de rapiña.

Después de la colonia española inició la segunda a base de una maquinaria militar que se agenció grandes extensiones territoriales, que sustrajo a México la mitad de sus territorios e implementó en América un dominio por medio de invasiones armadas en las que sembraron férreas dictaduras en casi todo el continente para mantener su hegemonía. Y lo han logrado con creces. Y cuando América se zafó de las dictaduras e invasiones Haití se quedó atrapado.

El juego consistió en eliminar el ejercito y promover un presidente por día y tumbarlo cuando eso convenga a los intereses del imperio. “Y así fue”. Pero no conforme con ello, y cuando el quita y pon de presidentes afeaba el negocio, entonces el descaro de una intervención declarada y descarada que lleva más de quince años, con los mismos objetivos imperiales: la explotación de los recursos naturales y las riquezas que todavía se encuentren en el subsuelo.

Más de quince años para “garantizar la paz y la democracia” y no pueden garantizar un proceso electoral. No garantizan tampoco la institucionalidad, ni la seguridad ciudadana, ni el transito comercial con nuestro país. Lo único que garantizan es el negocio de los grandes emporios económicos que justifican que Haití siga con “las venas abiertas”, vertiendo sangre y dolor.

Todo esto con respaldo de la ONU y de la OEA que así como bendijo la invasión a nuestro país en 1965 lo hace con Haití en estos días, cincuenta años más tarde. Pero de la OEA no se puede esperar otro cosa que atacar a gobiernos democráticos como el de Ecuador, Venezuela, Cuba, Brasil, ente otros; y cerrar los ojos frente a la perversidad de Haiti, porque como dijo Galeano la OEA “tiene la memoria de burro, porque no olvidad nunca donde come”.