China, el mayor emisor mundial de gases con efecto invernadero, fue acusado de obstaculizar las últimas negociaciones de alto nivel sobre clima en Copenhague en 2009.
En esta ocasión, envió contundentes señales políticas advirtiendo sobre su posición favorable a un pacto antes y durante las negociaciones de la cumbre de París, también conocida como COP21, que terminó el sábado con un acuerdo para evitar que la temperatura del planeta aumente otro grado Celsius (1,8 grados Fahrenheit) de aquí a 2100.
«Los temas ambientales son mucho más importantes para el pueblo chino y por lo tanto para el gobierno chino», dijo Dimitri de Boer, responsable de China Carbon Forum, una organización sin ánimo de lucro con sede en Beijing.
Desde 2009, la gente ha pasado de no saber mucho, de no preocuparse por temas medioambientales «y centrarse sobre todo en su deseo de hacer algo de dinero, a estar muy preocupada ahora por las cuestiones ambientales, tanto como de ganar dinero», agregó.
Las ciudades de China están entre las más sucias del mundo después de tres décadas de crecimiento económico explosivo que llevaron a la construcción de cientos de plantas eléctricas de carbón y al aumento del parque automovilístico.
China recibió un recordatorio de los importantes retos medioambientales que enfrenta durante la conferencia de París, cuando su capital, Beijing, emitió su primera alerta roja por la contaminación como consecuencia de una espesa nube de residuos. La ciudad impuso limitaciones a vehículos, fábricas y obras y decretó el cierre de las escuelas.
El gobierno chino presionó para la consecución de un pacto por sus propios problemas y porque los efectos del cambio climático son cada años más visibles, dijo Jiang Kejun, investigador del National Development and Reform Commission, la principal agencia de planificación económica del país.
El mensaje sobre el cambio climático «es muy claro — debemos hacer algo — y mientras, el proceso de formulación de políticas nacionales está cada vez más orientado al medio ambiente», apuntó Jiang. La contaminación del aire en Beijing ejerce presión sobre los políticos y China avanza hacia una economía con bajas emisiones de todos modos, agregó.
Para facilitar el camino a un acuerdo, China y Estados Unidos, dos de los principales emisores de dióxido de carbono del mundo, establecieron el año pasado 2030 como fecha límite para detener el aumento de las emisiones. El pasado mes de junio, Beijing se comprometió a reducir en un 65% las emisiones por unidad de producción económica desde los niveles de 2005.
En septiembre, el presidente chino Xi Jinping prometió aportar 3.100 millones de dólares para ayudar a los países en vías de desarrollo a combatir el cambio climático.
«Eso es importante», dijo de Boer. «Puede ser un país en desarrollo, pero también están listos para empezar a apoyar a los países menos adelantados en términos de medidas de mitigación y adaptación al clima».
Xi asistió a la ceremonia inaugural de la Cumbre del Clima de París hace dos semanas junto a otros líderes mundiales — y el viernes hizo un último esfuerzo en conversaciones telefónicas con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para llegar a un acuerdo global, según la agencia de noticias oficial china Xinhua. Le dijo a Obama que sus países necesitaban trabajar juntos para asegurar que se alcanzaba un acuerdo «en interés de la comunidad internacional», señaló la agencia.
El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hong Lei, dijo que el impulso de China para cerrar de forma exitosa las negociaciones de París «muestra totalmente que China se está ocupando de los problemas del cambio climático como un gran país responsable».
Beijing fue objeto de críticas por obstruir las negociaciones de Copenhague 2009, cuando algunos participantes se quejaron de que China e India obstaculizaron las iniciativas para reducir las emisiones a nivel global, posiblemente por miedo a que esto pudiese frenar su crecimiento económico.
Ahora, la segunda economía más grande del mundo ha asumido un papel de liderazgo en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero con inversión en energía solar, eólica e hidráulica. El año pasado redujo incluso su consumo de carbón en un intento por limpiar sus contaminadas ciudades.
También promueve ya un crecimiento más autosostenible, alejando su economía de la industria con grandes necesidades energéticas para centrarse en el gasto del consumidor y la tecnología y hacer mejoras en la eficiencia energética.