SANTO DOMINGO. A mediados del 2000, mientras reportaba para la revista Sucesos, una publicación semanal de crónica roja, Belkis Genao se detuvo en una particularidad: el asesinato de mujeres. Observó los datos y constató su alto número, y que gran parte de ellos eran perpetrados por las parejas o exparejas de las víctimas.
“Un día les dije a mis jefes sobre esta tema, que estaban matando muchas mujeres. Me pregunté cuántas podrían ser y empecé a hacer las cifras mes por mes. A contabilizar”, recuerda ahora, sentada en su pequeño apartamento del sector Invivienda, en el municipio de Santo Domingo Este.
Contó 32 mujeres asesinadas en esas circunstancias el primer año. Al año siguiente, el 2001, amplio sus fuentes. Totalizó 41 mujeres asesinadas. “A partir de ahí todos los años yo comenzaba a investigar también en los otros medios, en la radio, en la televisión, porque no me llegaban todos. También en Patología, que era una fuente, y la fiscalía. Y comencé a hacer esos números sangrientos”.
También se detuvo en los detalles. “Pase de contar mujeres muertas a preguntarme quién la mató, cómo la mató y le iba agregando elementos nuevos. Calculaba si eran militares o civiles los asesinos, si tenían hijos, cuántos niños quedaban de esa violencia”, expresa.
A partir de sus publicaciones, asegura, hubo un movimiento desde varias instituciones y organismos sobre los feminicidios. “La primera que se interesó fue el Ministerio de la Mujer, que en ese entonces era secretaría. Lo ponían como cifra certeras. Luego la Policía tomaba esos datos. Todas las instituciones que trabajaban con el tema tenían que ver con esos datos, de esas estadísticas. Ahí empezó un revuelo”.
Revuelo que no se eclipsó a pesar de la naturaleza de la publicación en la que trabajaba y las críticas que recibía por laborar en ella por sus crudas fotografías y sus títulos sensacionalistas. “En los barrios decían a veces, ante una situación de peligro, vas a salir en Sucesos”, apunta sonriendo y dice que sus estadísticas además empezaron a cambiar el vocabulario y tratamiento de estos casos en la crónica roja.
“Como periodista yo no titulaba, pero sí logré estando ya en la Red de Periodistas con Visión de Género algunos cambios en la revista. Cambiar esa tipificación, como que la mataron por cuero. Logré persuadir a mi jefe para cambiar el tono, ese vocabulario. Porque ahí la revictimizabamos”, explica.
Locuaz y directa, Belkis no olvida algunos enfrentamientos con los espacios feministas. Recuerda como la “afuerearon” del primer congreso de trabajadoras sexuales. “Me dijeron: ¿Tú? ¿De Sucesos? ¡Ay, no! Y le dije que debía entrar, que si me dan una página para decir que se están organizando con eso, se van a dar a conocer. Insistió que no…y le dije pero dime como le voy a poner. Me dijo que trabajadoras sexuales y así mismo le puse”.
“Nos tildaban de violentos…a mí me apabullaban, pero yo para adelante”, puntualiza.
Las estadísticas de Belkis continuaron hasta el 2002. “Cuando pasó lo de mi hija”, rememora. Su conversación se pausa por unos instantes. Dice que fue el año en que le cambió la vida, cuando también tuvo que contar entre los feminicidios a una de su dos hijas, Aury Mally Núñez Genao.
Una oración que no fue respondida
Martes 24 de septiembre del 2002. Ese día Belkis Genao trabajaba en casa. “Nunca me había llevado el trabajo a la casa. Ese día me lo llevé porque ya estábamos a final de septiembre y estaba atrasada. Esa noche le pedí a Dios que nunca me permitiera ver una familia mía en esas estadísticas, sin saber que la muerte estaba en asecho”.
Momentos antes, su hija Aury Mally, de 19 años, se había despedido de ella. Dejó sus dos hijos en la casa, de 3 y un año de edad. Le dijo que iba al cine con su esposo, en ese entonces raso de la Fuerza Área Dominicana, José Nazario Jiminián Vargas.
A las seis de la mañana del día siguiente se extraña de aun no tener noticias de Aury Mally. Pensó que se había quedado en la casa de la familia de su nuero. Pero las malas noticias tocaron a su puerta minutos después. Un vecino y varios policías le informaron que algo había pasado.
-Hubo un accidente, que a ellos lo iban a atracar y que él disparó…
-¿Dónde está mi hija?
-Su hija está bien
-Pero, ¿por qué está preso? ¿Dónde está mi hija?
Ve la cédula de identidad de su hija en manos de su vecino. Un fotógrafo se acerca. Su experiencia en la cobertura de estos casos le dictó la certeza de que su hija no estaba bien.
-Donde están ustedes hay un muerto. ¿Dónde está mi hija?
-Usted es la periodista de Sucesos ¿La muchacha era su hija?
“Era mi hija, me dijo. Lo que significa que estaba muerta”, recuerda. Luego de ver le escena del crimen, a unos 500 metros de su casa, y escuchar las explicaciones de los agentes también supo que su hija fue asesinada por su pareja.
Una condena sin cumplir
El proceso judicial contra el esposo de su hija fue tortuoso. Dos años de reenvíos e incidentes. En ese proceso quedó sin empleo, con el cierre de la revista Sucesos, en marzo del 2003. En los primeros meses del 2005, la magistrada interina de la Séptima Sala Penal del Distrito Nacional, Katia Gómez Germán, sentenció a Jiminián Vargas a dos años de prisión y a una multa de 100 pesos.
“Ella dijo que sí, que la mató, pero cambió la imputación. De homicidio voluntario lo cambió a homicidio involuntario, que lleva una pena mínima”, recuerda. Tenía dos años y tres meses detenido, por lo que le fue computada la condena como cumplida.
-Después de eso yo me desligué de todo.
-¿Por qué?
-Por la acción de la justicia. Me desencanté mucho. Me dije yo que soy una periodista y me muevo, mira como un juez cambian una imputación para favorecer a un asesino…se cometen muchos atropellos. Aquí no hay justicia.