El objetivo primordial debe ser poner fin a la guerra y persuadir a las fuerzas externas para que respalden un acuerdo de paz. Hace algún tiempo, tuve una discusión con un destacado miembro de la oposición siria. Tal vez, sugerí vacilantemente, el crecimiento del extremismo islámico en Siria significaba que el régimen del presidente Assad ahora representaba el menor de los males. La respuesta que recibí fue absolutamente firme: “No hay nada peor que el Sr. Assad. Él es el mal personificado”.
Es fácil comprender ese punto de vista. La mayoría de las más de 220,000 personas que se estima han muerto en la guerra de Siria han sido asesinadas por el régimen del Sr. Assad. Los millones de refugiados fuera del país han huido, en gran parte, del régimen. El gobierno sirio no ha mostrado ningún reparo en matar civiles, y ha utilizado bombas en barriles y armas químicas, desapariciones y torturas. El régimen del Sr. Assad también ha estado notablemente más dispuesto a atacar a los moderados sirios que a los yihadistas.
Por estas razones, siempre he descartado la idea de que el régimen del Sr. Assad pudiera ser parte de la solución en Siria. Pero ahora he cambiado de opinión.
Existen muchas fuerzas malignas en Siria — incluyendo el gobierno de Assad, los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) y grupos vinculados a Al Qaeda. Pero el mayor mal lo representa la guerra civil que sigue dejando muerte y destrucción a su paso. El objetivo primordial debe ser poner fin a la guerra y persuadir a las fuerzas externas para que respalden un acuerdo de paz, en lugar de alimentar el conflicto. Una solución diplomática claramente tiene que involucrar al régimen y, casi con toda seguridad, al Presidente Bashar al-Assad.
Durante muchos años, el resultado preferido de Occidente en relación con Siria ha sido una victoria por parte de la oposición siria moderada. Pero la idea de que los moderados puedan ganar una lucha militar entre tres partes opuestas contra el régimen de Assad y los yihadistas, y luego mantenerse en el poder en Siria, es una fantasía.
En Siria existen fuerzas liberales y democráticas. Pero estas fuerzas no van a ganar en el campo de batalla. Su única oportunidad de lograr algún resultado es que se inicie un proceso político. Eso significa el establecimiento de un cese de hostilidades y el comienzo de una labor hacia el logro de elecciones patrocinadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Algunos en el mundo occidental objetarán que esto significa llevar a cabo negociaciones con personas que han cometido atrocidades. De esto no cabe duda. Pero ya lo hemos hecho antes en aras de la paz. El conflicto en Camboya terminó debido a un proceso de paz patrocinado por la ONU en 1991 en el que participó el Khmer Rouge — el grupo responsable del genocidio camboyano.
Poner fin a la guerra en Siria tendrá que incluir una inclinación similar a hacer concesiones “inmorales” en busca de un fin moral. Estas concesiones significarán que ni el régimen de Assad ni la oposición obtendrá una victoria total; ni tampoco la obtendrán sus partidarios externos en Irán, Rusia, Arabia Saudita y EEUU.
La objeción más fuerte a un “proceso de paz” no es que es inmoral, sino que no es realista. El rechazo total por parte del EIIL del sistema internacional, aunado a sus sueños de un califato en todo el mundo, convierte al grupo en un negociador improbable. Por esa razón, las potencias extranjeras — incluyendo Rusia, EEUU y el Reino Unido — parecen estar más dispuestas a intensificar la intervención militar en Siria que a reducirla.
Sin embargo, una intensificación temporal de la guerra contra el EIIL no es incompatible con un esfuerzo internacional para lograr un acuerdo de paz. Si todas las partes — con excepción de los yihadistas — se suscriben a un proceso de paz, entonces sería más fácil dividir, aislar o derrotar al EIIL.
Esta semana, es probable que el presidente de Rusia Vladimir Putin proponga un frente internacional común contra el EIIL durante un importante discurso en la ONU. La propuesta del Sr. Putin probablemente será considerada con grandes sospechas en el Occidente. Sin embargo, Rusia y EEUU ya se encuentran en una alianza tácita. La Fuerza Aérea estadounidense ha estado bombardeando al EIIL durante más de un año. Y la hostilidad de los rusos hacia el terrorismo islámico — claramente una amenaza a largo plazo para Rusia — es real.
El obstáculo sigue siendo el papel del Sr. Assad. Los estadounidenses y los saudíes siempre han insistido en que él tiene que renunciar. Los rusos y los iraníes insisten en que él tiene que permanecer en el cargo. Sin duda, la respuesta debe ser concentrarse en el proceso, no en el hombre. Las principales fuerzas externas deben esforzarse por obtener un cese de hostilidades entre el régimen sirio y los rebeldes moderados, seguido por un gobierno provisional y por elecciones patrocinadas por la ONU, las cuales decidirían el destino del régimen actual.
El establecimiento de un proceso de este tipo es, obviamente, increíblemente difícil. Pero existen algunas señales prometedoras. EEUU ha dejado de insistir en la expulsión inmediata del Sr. Assad. Y a pesar de su escalada militar en Siria, los rusos deben entender, sin duda alguna, los riesgos de tener fuerzas militares en Siria. Ellos también necesitan una opción diplomática.
Obviamente sería mejor si el Sr. Assad se hiciera a un lado desde el principio, como parte de un proceso de paz con Siria. Pero la diplomacia no puede ser rehén de la cuestión del futuro del Sr. Assad. Ya han muerto demasiadas personas en Siria para hacer que la búsqueda de la paz dependa de la suerte de un hombre, sin importar cuán maligno sea.