Una nueva casta de jueces Intemperantes y crueles

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(Sala augusta del Poder Judicial)

Por: Osiris Disla Ynoa, PhD.

Doctor en, Administración, Hacienda y Justicia en el Estado Social, de la universidad de Salamanca en el reino de España. Especialista en Administración de Justicia en el Estado Social, en Derecho Procesal Penal, en Derecho Procesal civil, Derecho Penal Especial, Metodología de la Investigación, Ciencias de la Religión y orientación pastoral.

Origen y surgimiento de la casta

En el sistema de justicia dominicano, hay que diferenciar entre la denominadas Altas Cortes descentralizadas de los Poderes Públicos, compuestas por el Tribunal Constitucional (TC) y el Tribunal Superior Electoral (TSE), que son órganos extra poder y que no pertenecen al Poder Judicial ni a la Judicatura Nacional, de la alta corte, llamada Suprema Corte de Justicia, que es la cabeza principal del Poder Judicial y perteneciente a la Judicatura Nacional.

En cualquier caso, ha de estimarse como valor principal de los órganos que imparten justicia sin importar de que tribunal o corte sean, la justicia misma, que radica su fundamento en la imparcialidad, que consiste en cierto modo en permanecer ajeno a los intereses particulares de las partes que están envueltas en el litigio, a la cuestión misma que se discute y al sometimiento de la ley, basada en la libertad de criterios y opiniones doctrinales y jurisprudenciales.

La judicatura nacional, se refiere al conjunto de jueces que conforman el Poder Judicial, independiente de los demás poderes y que deben según la constitución en el artículo 149, juzgar y hacer cumplir lo juzgado y para el caso de Republica Dominicana, esta Judicatura esta compuesta por aproximadamente 793 jueces, dividida en 460 mujeres y 279 hombres, de diferentes categoría o indoles, iniciando por los jueces de paz que son más o menos 75, los de primera instancia, unos 246, de corte 135 y de la suprema corte 17 y cuya gran concentración están en el Distrito Nacional 106, santo domingo 59 y Santiago 50, pudiendo notarse que el 62% de los jueces son mujeres y el 38 % hombres.

Impartir justicia como juez en los tribunales dominicanos, satura, eleva los nervios, causa tensión, fatiga, pero sobre todo estresa, es por ello, que el Poder Judicial no se debe descuidar de la atención psicológica de los jueces, para evitar que la manifestación de ansiedad derrumbe la Solemnidad de la impartición de justicia, porque la enfermedad del cuerpo es mala, pero es peor la enfermedad del alma y el espíritu, cuyos síntomas iniciales se manifiestan con arrogancia, intemperancia, crueldad, poca valoración de lo humano y el reflejo de endiosamiento que es la principal característica de la ignorancia, petulancia y sarcasmo jurídico.

Un juez que no puede controlar, sus gestos, ademanes, ironía publica, el deseo de humillar en cada momento y que al caminar refleje los rayos brillantes del cielo bajo sus pies, esta enfermo y debe ser atendido de urgencia y esas cosas en ocasiones suceden, porque la experiencia en el ejercicio es básica para quemar etapas y que exista un departamento de vigilancia conductual es muy básico.

En la judicatura hay áreas como la penal, tierras y laboral, en fin casi todas, que saturan a los jueces y le provocan mucha ansiedad, pero su temperamento no se debe desbordar y tal como refleja el índice de insatisfacción de los abogados en ejercicio, se requiere atención psicológica rápida, para muchos jueces del poder judicial, que por estar sentados en ese estrado, con un mínimo de facultad para dirigir los debates, se creen que están por encima del bien y el mal y con su conducta tachada y temperamentos explosivo desfiguran el concepto de justicia, siendo necesario como ejercicio práctico que en las noches se miren al espejo y vean sus rostros futuros, tristes, avergonzados, arrogantes y de poca permanencia para el futuro.

En muchas jurisdicciones se ha creado una especie de casta, una clase especial y única que solo comparte entre jueces de su misma índole y se nota entre muchos jueces un síntoma de distanciamiento, disociación, aislamiento social, poca accesibilidad y miradas entre cejas y cejas, que reflejan hombres y mujeres de sangre puramente azul y no roja, como todo cuerpo humano, fugaz y perentorio.

En ocasiones las miradas, movimientos de cabeza, labios, de los ojos y manos, gestos de desprecio y falta de sensibilidad por la condición humana, es el pan nuestro de cada día en los tribunales dominicanos, penales, civiles, inmobiliario, laborales, en fin, es como si dentro de cada juez vivieran dos seres diferentes, uno en la realidad de su soledad, pobreza y miseria interna y el otro cuando están sentados en el trono judicial para ver y juzgar las cosas de humanos.

Se refleja en su comportamiento diario y en muchas ocasiones, por falta de experiencia, prudencia y asistencia psicológica, la poca valoración a lo humano, la negación de importancia a sus propios colegas de carrera abogados y el desfile publico con su vestimenta de dioses por los pasillos de las torres muertas e inservibles de los que se ha denominado ¨palacio de justicia¨ que para ellos resultan ser más importantes que su propia realidad, que luego yace en un lugar frio, lúgubre como la noche, solo y sin importancia social, a no ser la pequeña de sus casta, su crueldad judicial y su temperamento explosivo.

El intento de ridiculización de los argumentos jurídicos ajenos, planteado por las partes, con simples ademanes o tergiversación de lo planteado, no encaja dentro del ámbito de la buena gestión judicial, así como tampoco la demostración excesiva de poder para actuar, todo lo cual se puede controlar dentro de los patrones de conducta adecuada de un juez, que en su estado natural, sin importar su edad, es un ser humano que aplica las leyes de manera correcta, porque ha de entenderse que las conoce, la interpreta de manera justa y adecuada y las aplica como leyes, siempre bajo el imperio de ellas mismas y buen comportamiento social.

Como todo humano puesto para juzgar, los jueces deben tener energía personal, habilidad practica y en muchas ocasiones hasta ser ingeniosos para dar salida adecuada a los procesos, pero nunca deberán sustituir el debido proceso y las buenas formas legales y cívicas, por manejos personales inadecuados, oscuros a las normas, o por truhanerías legales al margen de la ley, formando parte integral con esa conducta, de las ambiciones e intereses superfluos y pasajeros de las partes, por eso se ha expresado en múltiples ocasiones ¨ el juez es juez y las partes son partes¨

Vaya como ultima recomendación al Poder Judicial de la República Dominicana, poner atención a estos comportamientos disociados de muchos jueces y poner en marcha con carácter de urgencia, un plan de asistencia temprana psicológica para jueces, que sea efectivo y adecuado, porque además hay muchos de ellos que por un aspecto discrecional no se refieren de manera publica a los sufrimientos, tensiones y afrentas internas que sufren a diario, que los obliga a buscar asistencia y que esta asistencia sea como un plan común y no el resultado de una denuncia o queja de los usuarios del servicio judicial.

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