NUEVA YORK.- La niñera dominicana Yoselyn Ortega fue condenada este lunes a cadena perpetua por el asesinato de dos niños a los que estaba cuidando en octubre de 2012.
La mujer, de 55 años, pasará el resto de su vida en la cárcel sin posibilidad de libertad condicional.
Ortega ha llorado al escuchar su sentencia y ha pedido perdón a las víctimas. La madre de los niños había dicho antes que no creía que estuviera arrepentida, que había intentado destruir a su familia, y que nunca se disculpó.
La abogada de Ortega nunca discutió que ésta hubiera acuchillado hasta la muerte a Lucia Krim, de seis años, y Leo Krim, de dos, pero mantuvo que la mujer sufría una enfermedad mental sin diagnosticar que justo empeoró en los momentos previos al ataque. “[La enfermedad mental] no se anuncia como un tos mala o una cojera”, aseguró la abogada, Valerie Van Leer-Greenberg.
El jurado, sin embargo, consideró que Ortega estaba lúcida y entendía las consecuencias de sus actos, y por tanto es culpable de asesinato.
La Fiscalía había asegurado que la mujer actuó por odio y celos hacia la madre de los niños, Marina Krim, que tenía más dinero y parecía más feliz. “Lo hizo de forma intencionada con total compresión de exactamente lo que estaba haciendo, cada puñalada, cada corte”, dijo el fiscal Stuart Silberg.
Marina Krim estaba en clase de natación con su hija de tres años, Nessie, y cuando acudió a recoger a Lucia de clase de baile descubrió que no estaba allí. Volvió a su casa y encontró los cuerpos de sus dos hijos. Empezó a gritar. “Fue un grito como nunca puedes imaginar que nazca de ti”, testificó ante la corte. “Ni siquiera sé de dónde salió. Sólo pensé, ‘No voy a volver a poder hablar con ellos jamás. Están muertos. Acabo de ver a mis niños muertos”.
Lucia, a la que llamaban cariñosamente Lulu, tenía 30 puñaladas, incluidas algunas que demostraban que había intentado defenderse. Leo tenía cinco.
Su padre estaba de viaje de negocios cuando tuvo lugar el crimen. “Tenían la piel perfecta y esas largas pestañas”, rememoró de cuando tuvo que ir a ver sus cuerpos al hospital. “Tenían el pelo marrón como la arena”, añadió, “podías ver que habían tratado con todas sus fuerzas de limpiar la sangre, pero aún había unas manchas castañas que aún recuerdo”.