MOSCÚ. Los estadounidenses no pueden votarle, pero el presidente ruso, Vladímir Putin, ha sido el candidato en la sombra durante toda la campaña electoral, hasta el punto de que, sea cual sea el resultado, los comicios estarán asociados a su figura.
“¿Acaso Estados Unidos es una república bananera? EEUU es una gran potencia ¿Cómo puede Rusia influir en la elección del pueblo estadounidense?”, aseguró la pasada semana Putin, visiblemente harto de las constantes insinuaciones sobre la injerencia rusa en el proceso electoral norteamericano.
Poco importa que al Kremlin le parezcan absurdas esas acusaciones, ya que la candidata demócrata, Hillary Clinton, se encargó de vincular directamente a Moscú con una conspiración cibernética cuyo objetivo sería beneficiar al republicano Donald Trump.
Según WikiLeaks, durante los debates ambos candidatos citaron a Putin y Rusia más a menudo que al Estado Islámico, Al Qaeda, Siria o asuntos de política interior, como los impuestos o la inmigración.
Putin admitió irónico que es “agradable” que Rusia sea “el tema número uno” en la campaña norteamericana, “pero sólo en parte, porque todos abusan de la retórica antirrusa y envenenan las relaciones”.
“Poco importa ahora que el factor ruso en las elecciones de EEUU existiera o no. Lo inventaron los demócratas y ahora se ha materializado. Es real”, comentó a Efe Fiódor Lukiánov, conocido politólogo ruso.
Clinton recurrió a Putin continuamente como arma arrojadiza contra su rival, quien se lo puso fácil, ya que no dudó en alabar públicamente en varias ocasiones al líder ruso.
Los demócratas han llegado incluso a sugerir que Trump es un agente del Kremlin, donde en los últimos meses habrían sido recibidos los asesores del candidato republicano para recibir instrucciones.
“Esa acusación es absurda y demuestra, en mi opinión, una inseguridad de EEUU que nunca habíamos visto antes. La campaña contra Trump centrada en Putin se les ha ido de las manos y se ha convertido en una especie de psicosis”, apuntó Lukiánov.
Además, Clinton acusó a Putin de ordenar personalmente los ataques cibernéticos que permitieron a WikiLeaks publicar decenas de miles de correos comprometedores para su candidatura.
En respuesta, Putin aseguró que es “una operación muy rentable”
esgrimir la amenaza de “háckers, espías y agentes de influencia rusos” como cortina de humo para desviar la atención del contenido de dichos correos.
Mientras, Trump utilizó los éxitos del líder ruso en Siria y Ucrania como ariete para poner en evidencia la debilidad de Obama y acentuar el fracaso de Clinton como secretaria de Estado.
También aseguró que, dada su experiencia en el mundo de los negocios, no tendría mayores problemas en llegar a acuerdos con Putin y que las relaciones mejorarían si él llegara a la Casa Blanca.
Putin se ha mostrado dispuesto a trabajar con cualquier candidato que esté dispuesto a cooperar con Moscú, aunque no ha ahorrado halagos hacia Trump y es conocida la animadversión personal que siente hacia la candidata demócrata.
Con todo, tachó de “completa tontería” asegurar que Trump es el “candidato de Moscú” y manifestó que, en su opinión, éste representa los intereses de aquellos norteamericanos que están “hartos” de las élites que gobiernan en Washington desde hace décadas.
Aunque hacía tiempo que Rusia no era citada tan frecuentemente como amenaza para EEUU, la realidad es que “las relaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca están a nivel de Guerra Fría”, según Lukiánov.
Tradicionalmente, el Kremlin vota republicano, ya que Moscú siempre se ha llevado mejor con ese bando al ser menos intervencionista, aunque el experto considera que ese planteamiento se ha quedado obsoleto en esta ocasión.
“Si Clinton gana, creo que se comportará de manera racional con Rusia. Las esperanzas serán tan pequeñas, que su moderación puede ayudar a normalizar la situación. Todos esperan una pesadilla y después las cosas puede que no sean tan malas”, señaló.
La tensión entre Putin y Clinton alcanzó su cenit cuando el líder ruso le acusó de instigar en 2011 las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS.
Si el que gana es Trump, predice que las expectativas de mejoría de las relaciones serán mucho mayores, pero si esto no ocurre la decepción también será grande.
“Puede que el presidente de EEUU no sea tan poderoso como creen en Rusia y que no pueda revertir esa dinámica negativa. O puede ser que lo intente y se de cuenta que la política no es como los negocios”, señala.
Y recuerda que la agresiva postura de Trump con respecto a China en el plano comercial es “inaceptable” para el Kremlin, que quiere forjar una relación estratégica con el gigante asiático.
En todo caso, una mayoría de rusos ya ha dejado claro en los sondeos de opinión que prefiere que Trump sea el nuevo inquilino de la Casa Blanca.