TEHUACÁN, México. Coxcatlán y toda la región sur del estado central mexicano de Puebla intentaban sobreponerse el sábado a la mayor matanza que recuerden: La de 11 miembros de una misma familia, entre ellos dos niñas y una mujer embarazada, que fueron asesinados el jueves por la noche.
Un funcionario al tanto de la investigación, que pidió el anonimato por no estar autorizado a hablar del caso, informó a The Associated Press que uno de los sospechosos identificados y buscados por la justicia actuó movido por la venganza porque fue encarcelado tras ser denunciado por violar hace años a una de las mujeres asesinadas.
Se ensañaron
El funcionario añadió que los atacantes se ensañaron con uno de los hombres, supuestamente la pareja actual de esa mujer, pues tenía heridas de arma blanca como si hubieran intentado decapitarlo.
Clemente Hernández, líder de San José el Mirador, la comunidad indígena donde ocurrieron los hechos y que pertenece al municipio de Coxcatlán, perdió a seis familiares directos y fue quien dio la alarma a las autoridades municipales. En declaraciones a la AP negó el asunto de la violación pero reveló que su cuñado tenía lesiones de cuchillo o machete.
Hernández no quiso ofrecer más datos sobre las escenas de los crímenes, dos casitas en la sierra a las que se accede sólo caminando, pero se limitó a decir que en el lugar había casquillos que “no eran de escopeta”, sino de armas mayores.
Las fotos publicadas por la prensa local muestran cómo un grupo de personas trasladaban el viernes los cadáveres sierra abajo, envueltos en cobijas y sobre maderos, por sendas estrechas que comunicaban las casas con el resto de la comunidad, donde vive medio centenar de familias.
Entre los 11 asesinados estaban su madre, tres hermanos y dos de sus hijas —las niñas de ocho y nueve años. Asimismo, confirmó que una de las mujeres que perdió la vida estaba embarazada.
Menores
La noche del jueves, Hernández se quedó sin familia en un abrir y cerrar de ojos en un suceso que, según dijo, nunca hubiera creído en sus 37 años de vida. Entre los 11 asesinados estaban su madre, tres hermanos y dos de sus hijas —las niñas de ocho y nueve años. Asimismo, confirmó que una de las mujeres que perdió la vida estaba embarazada.
La balacera le alertó de lo ocurrido pero, según dijo, él no pudo ver a ninguno de los atacantes.
A la espera de poder enterrar a las víctimas y que avancen las investigaciones, el miedo se ha instalado en los sobrevivientes.
“No vamos a volver (a la comunidad), buscaremos trabajo donde sea”, afirmó Hernández.
Los cuerpos de las 11 víctimas se encontraban el sábado en el pequeño anfiteatro del panteón de la ciudad de Tehuacán, a donde fueron trasladados los cadáveres y se han centralizado las labores de investigación. Como pudo constatar la AP, tres médicos y tres criminólogos trabajaron sin descanso desde el viernes por la tarde hasta que llegaron más forenses de la capital del estado el sábado.
La fiscalía del estado informó el viernes a través de varios comunicados que los agresores aparentemente llegaron a pie a las casas donde se encontraba la familia “y realizaron diversas detonaciones, retirándose también a pie”, pero no ofrecieron más datos de cómo sucedieron los hechos.
Uno de los agresores, de acuerdo con la nota de prensa, habría violado hace años a una de las mujeres asesinadas que tuvo un hijo producto de ese ataque, por lo que la línea principal de investigación es “la de conflictos personales”.
Cinco personas que sobrevivieron se encuentran bajo protección de la fiscalía y las autoridades buscan al menos a dos sospechosos que aseguran tener localizados y que huyeron por la sierra del colindante estado de Oaxaca —uno de ellos el supuesto agresor sexual.
Otras dos niñas, ambas de cuatro años, resultaron heridas de bala en el tórax y el abdomen. Según Clemente Hernandez siguen internadas en estado delicado. (MARÍA VERZA, Associated Press)