Delincuencia, Crímenes Organizados y Legitimados

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En la República lejana de Iraq, hubo un hombre llamado Saddam Hussein, que gobernó por espacio de 24 años, desde el día 16 de julio del año 1979 hasta el día 09 de abril del año 2003, cuando fue derrocado su régimen, acusado de terrorismo internacional, destrucción de la etnia interna, crímenes políticos innumerables, acumulación de riquezas y además, patrocinar bandas extraoficiales para asesinar personas y robarles sus bienes. Lo cierto es, que luego del derrumbe de su gobierno, el día 30 de diciembre del año 2006, fue ahorcado de manera pública y según los reporte de prensa internacional, se mantuvo sereno, imponente al momento de su muerte, hasta dando discurso de fortaleza en sus últimos momentos, su muerte fue apresurada y urgente, porque Iraq lo consideraba un peligro público, y antes de que consiguiera un subterfugio legal y saliera en libertad, o que consiguiera seguidores múltiples y ciegos que pelearan por él, fue sacrificado en la República de Iraq.

En la República Dominicana, hubo un joven afiliado en las fila de la Policía Nacional y que alcanzó el rango de Teniente, que a pena contaba con la edad de 34 años, llamado John Emilio Percival Matos, hijo del Ex General Rafael Percival Peña. Es evidente que como hijo de un hombre de alto rango, el mismo también era un jefe, además de que era teniente, pero no un teniente cualquiera, era un hombre guapo, de sangre, sin miedo, a lo cual le agregó, según las investigaciones de los organismo de seguridad del Estado, que era un delincuente, peligroso y fuertemente armado y con relaciones de protección. El tipo se convirtió en un peligro para el Estado Dominicano, como Saddam Hussein se convirtió para el Estado Iraquí. En Iraq, el Estado decidió ahorcarlo de manera pública y en la República Dominicana, acribillarlo también de manera pública.

En el Estado Iraquí, muchos lloraron a Saddam Hussein y lo vieron como un héroe sacrificado, pero no tomaron en cuenta sus actos delincuenciales y criminales abusivos, en la República Dominicana, asistieron al velorio de John Emilio Percival Matos, hasta políticos, que salieron de la funeraria sin ser apresados, porque todo hombre público que comulgue con los actos delincuenciales o que profane su protección, debe de estar preso o muerto, con excepción de la familia del fallecido, que aunque lo enterró como un héroe, eso se puede interpretar como simple sentimiento de familia.

Se ha dicho en el rumor público, que desde las altas esfera del poder, se ordenó traer al “tipo”, vivo o muerto, sino serían sacrificados los agentes que estaban en la obligación de buscarlo, no hay seguridad de que la orden fuera así, son sólo rumores, pero si hay seguridad de que el perseguido fue asesinado como dice la policía casi siempre, en un confuso accidente.

Respuestaprocesal.com.do, comprende que quienes ordenaron y sacrificaron al imputado John Emilio Percival Matos, están claro y seguro de que la justicia dominicana no funciona, como en el 2006 sucedía en Iraq, a la vez, rechaza la visita de los políticos a ese velorio, solicitando a la Procuraduría General de la República, que los mismo sean investigados, para determinar si sólo fue un simple acto de solidaridad o un apoyo implícito a los actos subversivo contra el Estado. Es entendible y compresible, que el asesinado John Emilio Percival Matos, había roto los parámetros de comportamiento normal de un ciudadano, sembrando el miedo y el terror, dirigiendo y patrocinando el atraco de establecimientos comerciales, matando personas y sustrayendo dinero y propiedades ajenas, pero también es entendible, que con la rapidez que el Estado lo encontró para ser asesinado, significa, fuera de toda duda razonable, que el mandato de que fuera encontrado, sembró miedo sobre los protectores, dejándolo a la intemperie, para que sea sacrificado, en consecuencia, lamenta que el Estado dominicano no crea en la justicia y tomara la decisión de matar, antes de someter y que si no podía someter por el estado de rebelión del perseguido, que su muerte no estuviera rodeada de tantas dudas, que siembran la desconfianza sobre el estado de derecho, legitimando entre los agentes del orden, el asesinato, crímenes, delincuencia e ilegalidad.